En el post
Imágenes II, tuve un invitado de honor que me emocionó dos veces.
Primero, desde su blog
Los divagues del Santi llegó hasta acá para brindarme generosamente su definición de belleza que dio el cierre preciso a mis planteos.
Segundo, me regaló algo que yo sé es muy preciado para él, un poema de su querida amiga Idea Villariño. Y ese gesto me hizo llorar, de agradecimiento, de respeto.
Lo único que puedo hacer para agradecerle es traer acá sus comentarios, en el lugar de homenaje que les corresponde.
Santiago comentó primero:
“ Pah, qué temazo. Porque si hay alguien que hoy en el 2009 se atreve a decir que tiene la más pálida idea de como definir la belleza es porque se ha formado con la revista Caras. Creo que por allá, por el siglo dieciocho tenían más o menos una idea, ética y estética estaban como mezcladas y se creía que la belleza era como una forma de organizar el mundo y sus símbolos de manera de estar en armonía con el universo y hacernos mejores. Se creía que la belleza estaba en los objetos, que era una cualidad de los objetos y de las ideas. Ahora sabemos que la belleza está en las miradas y entonces hay tantas bellezas como miradas hay. Hay cosas que nos cautivan la mirada pero pueden ser muy distintas. Hay belleza en un cuerpo flexible y juvenil pero también está la belleza de lo terrible y lo deforme. Porque la palabra ha perdido sentido y significa lo que cada uno quiere que signifique. Está la belleza de la tele y de Lancôme, pero esa es belleza de pacotilla. La verdadera belleza es sobrecogedora, estremece, porque no es solo visual, es un choque con nosotros mismos a través de algo, como una hoja seca, una vieja desnuda o un poema, el dibujo de un niño o los zapatitos de ese mismo niño esperando que vuelva. Todo lo que vemos es un espejo si lo sabemos ver. Estamos perdidos si pensamos que vamos a adivinar nuestra belleza interior en un espejo. La vamos a descubrir cuando alguien se mire en nosotros y se vea tal y como es”.
Y luego vino su poema de Idea Villariño:
“Cuando compre un espejo para el baño
voy a verme la cara
voy a verme
pues qué otra manera hay decíme
qué otra manera de saber quién soy.
Cada vez que desprenda la cabeza
del fárrago de libros y de hojas
y que la lleve hueca atiborrada
y la deje en reposo allí un momento
la miraré a los ojos con un poco
de ansiedad de curiosidad de miedo
o sólo con cansancio con hastío
con la vieja amistad correspondiente
o atenta y seriamente mirarme
como esa extraña vez-mis once años-
y me diré mirá ahí estás
seguro
pensaré no me gusta o pensaré
que esa cara fue la única posible
y me diré esa soy yo ésa es idea
y le sonreiré dándome ánimos”.
¡Muchísimas gracias Santiago!