Mi amiga Marina tenía un baúl lleno de disfraces, y no eran simples imitaciones de decorado, eran trajes de dama antigua reales, vestidos de Charleston, sombreros, guantes y collares extraños. Era un placer jugar con ella, imaginarnos otros tiempos con cinco años.
Desde entonces, cada vez que me disfrazo siento la misma sensación, de viajar en el tiempo. No puedo jugar otros personajes, siempre soy yo, pero cambia el entorno.
Y mejor aún si en el juego se puede bailar.
Desde entonces, cada vez que me disfrazo siento la misma sensación, de viajar en el tiempo. No puedo jugar otros personajes, siempre soy yo, pero cambia el entorno.
Y mejor aún si en el juego se puede bailar.