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La farolera, me acordé de algunas ideas sueltas que surgieron la primera vez que escuché hablar de los experimentos sobre cristales de agua. Y aunque no sé si se van a entender, aquí van por si a alguien le interesan:
Una de las cosas que más me llama la atención del griego antiguo es la idea de su musicalidad. Los acentos implican que uno sube una quinta en la voz y los espíritus, aspiración al inicio de las palabras, pueden ser suaves o ásperos. Esa idea de cantar cuando uno habla me hizo pensar en la armonía prevista en el lenguaje, y en la importancia de los sonidos o vibraciones en cada palabra.
El espíritu como una aspiración me hizo acordar al verbo ser en hebreo que incluye este significado, la idea de un soplo de aire como origen de la vida. Pero en hebreo, el verbo ser tiene vida propia, forma el nombre de Dios, que no puede pronunciarse.
Esa idea de no poder pronunciar el nombre divino se explica porque la palabra tiene un poder, el nombrar algo hace que exista o me da cierto poder sobre lo que nombro.
La magia funciona sobre la base de esa idea, de que al nombrar algo tengo un poder sobre el otro, y esto que nos parece hoy tan absurdo, tenia sentido para quienes creían en esas vibraciones particulares de cada sonido, con los que formamos cada palabra, cada nombre.
Y eso es lo que ahora observan en los cristales de agua, como las palabras tienen el mismo poder que la música sobre el agua y sobre todo lo que contenga agua.