EL CUERPO

Hay días en que me pregunto cómo será vivir con un cuerpo amado, de esos que nunca te hicieron sufrir, ni llorar, y te hacen la vida más fácil, sin tanto obstáculo. Porque el mío se obstina en llevarme la contra desde que tengo memoria.
Se quedaba sin aire cuando era chica, y me dejaba encerrada durante meses, no me permitía medir ni ver las distancias y me relegaba a un mundo imaginario. Después me siguió peleando desde mi piel, una guerra que a veces me gana por cansancio, y me obliga a esconderme o a enfrentar resignada la mirada de los otros. Durante el embarazo, me enclaustró cuatro meses, me generó soledad y angustia, y cuando nació el Santi, me mostró las dificultades de la lactancia.
Es por eso que hay veces en que prefiero olvidarme de que existe, aunque las cicatrices sigan ahí, para recordarme su evidencia. Y me pregunto cómo será vivir con otro cuerpo, más pacífico.
Pero después nos reconciliamos, porque después de todo, me regaló algo que creía imposible, mi Santi, y vino con alas incorporadas.