MARGINAR

La primera generación de inmigrantes que llega a Francia se esconde y trata de pasar lo más desapercibida posible para no ser expulsada. Sufre callada todo sometimiento, sin poder reclamar el más mínimo derecho, porque no existen jurídicamente. Y los franceses reaccionan frente a ellos de diferentes maneras, algunos se hacen los ciegos, sin saber que la indiferencia es la peor de las humillaciones, mientras otros dedican su vida a ayudarlos.
Pero hay varios que aprovechan la situación: son un candidato ideal si uno quiere darles trabajo o alquilarles un departamento, porque nunca se van a quejar, soportarán así durante años cualquier opresión.
La segunda generación nace en Francia, son franceses y gozan en teoría de todos los derechos. Pero ya no se callan, gritan la bronca acumulada. No respetan ninguna regla, porque con ellos no las respetaron. Y toman el control de sus guetos marginales, donde los encerraron, e imponen sus propias leyes. Algunos logran salir, pero la mayoría no tiene recursos para enfrentarse al 40 % de desempleo de su barrio.
Y es así, como yo escucho a mi vecino que grita con sus amigos “Poder a las Panteras Negras”, mientras golpea las paredes. Es así como el odio y la violencia se instalan, y demoran una generación en explotar.
Ahora cada 14 de julio se enfrentan a la policía, y es tan habitual el “festejo” que ya ni aparece en las noticias. O será que lo habitual es la indiferencia.